Las 20 escuelas que se llevan el millón

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Las 20 escuelas que se llevan el millón
Son las cooperadoras que reciben parte de la recaudación del Festival de Doma y Folklore. Utilizan los fondos para mejorar la infraestructura y para materiales didácticos.
Susana López, Susana Carrizo, Mabel Olivera, Clara Gramajo y Alejandra Patat disfrutaban el martes pasado del final de fiesta. A pocos días de concluido el Festival de Doma y Folklore de Jesús María, posaban para la foto en el predio de la jineteada, mientras se reían al imaginar las bromas que les gastarían por aparecer adentro de los corrales en los que, hasta hace unos días, encerraban a yeguas y caballos.
Las cinco mujeres son apenas un puñado de los 20 directores de las escuelas públicas y privadas, secundarias y primarias, de Jesús María y Colonia Caroya, cuyas cooperadoras escolares reciben los beneficios del festival de cada enero.
“No quisimos molestar a los 20 en vacaciones”, se disculpa María Heddy Carrizo, vicepresidenta de la comisión organizadora, al explicar por qué no están todos para la nota. El grupo sabe que goza del privilegio de recibir una suma de dinero inalcanzable para muchas cooperadoras de escuelas públicas provinciales. Todo gracias a la idea, que nació hace 47 años en la escuela Primer Teniente Morandini de Jesús María, de organizar un evento que generara ingresos. Aunque entonces sus ideólogos no imaginaron que se convertiría en lo que es hoy.
El año pasado, las escuelas recibieron 1.091.281 de pesos. En cada edición se reparte un monto fijo para todas las instituciones y la suma restante se divide de manera proporcional por la matrícula que acredite cada colegio. Por ejemplo, el Ipem 272 Domingo Faustino Sarmiento, con 1.213 estudiantes, recibió 86.359,25 pesos en 2011 y la Fray Mamerto Esquiú, con 18 estudiantes, dispuso de 28.140,75 pesos (ver aparte).
Las escuelas no se llevan el total de las utilidades del festival, sino un porcentaje que ronda entre 50 y 60 por ciento según se acuerda cada año. El balance de lo recaudado hace unos días se conocerá a fines de marzo.
–¿Cómo estarían las escuelas de la zona sin el aporte económico del Festival?
–De la misma manera que están las escuelas públicas en la ciudad de Córdoba– responde Mabel Olivera, directora del Ipem 272.
Es la pregunta del millón. Mabel explica que las “escuelas del festival” están impecables, tienen recursos y hasta pagan gastos de los alumnos que se destacan en las olimpíadas.
Ninguna de las directoras se imagina sin ese recurso. El Gobierno sólo envía mil pesos al año –en cuatro cuotas de 250 pesos– para mantenimiento, explican. Una suma irrisoria para el desgaste que tiene todo edificio escolar.
Las escuelas beneficiadas de Colonia Caroya y Jesús María (no son todas las de la zona) utilizan el dinero para mejoras en su infraestructura. La Sarmiento de Los Chañares, de nivel inicial y primario, terminará este año de colocar los pisos en un salón de usos múltiples y remodelará los baños. En 2011 acondicionaron la cocina, construyeron un horno pizzero y compraron un retroproyector. “No quiero pensar qué haríamos sin ese dinero. La diferencia con escuelas de otras zonas es que los edificios están todos en condiciones y pintados”, plantea Alejandra Patat, directora de ese establecimiento.
En el Ipem 272 ampliarán este año la biblioteca y levantarán una oficina para el gabinete psicopedagógico, otro “lujo” de las escuelas vinculadas al Festival. La escuela Mariano Moreno de Puesto Viejo, cuya directora es Clara Gramajo, pintará este año. Y la de Susana Carrizo, la escuela Ortiz de Ocampo, construirá baños en el gimnasio cubierto. Hace dos años pagaron la conexión del gas natural, y el pasado, compraron calefactores.
Pensar en aprender. Cada año, se utiliza el dinero para tener una escuela en condiciones y alumnos con todos los elementos que necesitan. También pagarán los servicios de urgencias médicas y de limpieza y abonarán a maestras de materias especiales (música, plástica o computación). La idea es que los maestros y los chicos sólo piensen en estudiar.
Clara Gramajo recuerda el día en que una nueva maestra llegó desde Juárez Celman a la escuelita rural de Puesto Viejo con una caja de tizas. “Acá no tenés que comprar nada. Hay de todo”, le dijo la directora, ante la sorpresa de la docente, acostumbrada a desembolsar unos pesos para los materiales didácticos. “Una escuela que está bien equipada es propicia para aprender”, dice Mabel Olivera.
Sentido de pertenencia. Susana López, directora de la escuela Mariano Moreno de Tronco Pozo, en la zona rural de Colonia Caroya, asegura que “el festival lo es todo”. Con ese dinero, el año pasado conectaron a Internet las netbooks que entregó la Provincia y pagaron el seguro de las computadoras. Los 120 niños de nivel inicial y primario tienen todo lo que les hace falta. No necesitan dinero ni para fotocopias.
“Tener la escuela en condiciones es una forma de que todos tengan iguales oportunidades”, asegura Patat. Olivera, por su parte, cree que maestros, padres y niños se predisponen de otra manera. “Podés pensar en proyectos innovadores porque sabés que hay recursos”, plantea Gramajo.
No por casualidad los docentes que llegan a la zona no se quieren ir. Viajan desde Unquillo, Mendiolaza o de la ciudad de Córdoba. “Cuando contás con recursos te enfocás en lo pedagógico”, insiste López.
Todos saben que la escuela se sostiene gracias a la fiesta popular, y por eso la cuidan y colaboran (tal como obliga el estatuto del festival). Los padres tienen la responsabilidad de instalarse en los puestos de vigilancia escolar durante las noches de jineteada, y no faltar. “Hay un sentido de pertenencia. Y hay reciprocidad. Si reciben mucho se sienten comprometidos a devolver mucho”, plantean las maestras.
jesusmariaSon las cooperadoras que reciben parte de la recaudación del Festival de Doma y Folklore. Utilizan los fondos para mejorar la infra- estructura y para materiales didácticos. Las cinco mujeres son apenas un puñado de los 20 directores de las escuelas públicas y privadas, secundarias y primarias, de Jesús María y Colonia Caroya, cuyas cooperadoras escolares reciben los beneficios del festival de cada enero. “No quisimos molestar a los 20 en vacaciones”, se disculpa María Heddy Carrizo, vicepresidenta de la comisión organizadora, al explicar por qué no están todos para la nota.
El grupo sabe que goza del privilegio de recibir una suma de dinero inalcanzable para muchas cooperadoras de escuelas públicas provinciales. Todo gracias a la idea, que nació hace 47 años en la escuela Primer Teniente Morandini de Jesús María, de organizar un evento que generara ingresos. Aunque entonces sus ideólogos no imaginaron que se convertiría en lo que es hoy.
Jesus-MariaEl año pasado, las escuelas recibieron 1.091.281 de pesos. En cada edición se reparte un monto fijo para todas las instituciones y la suma restante se divide de manera proporcional por la matrícula que acredite cada colegio. Por ejemplo, el Ipem 272 Domingo Faustino Sarmiento, con 1.213 estudiantes, recibió 86.359,25 pesos en 2011 y la Fray Mamerto Esquiú, con 18 estudiantes, dispuso de 28.140,75 pesos
Las escuelas no se llevan el total de las utilidades del festival, sino un porcentaje que ronda entre 50 y 60 por ciento según se acuerda cada año. El balance de lo recaudado hace unos días se conocerá a fines de marzo.
–¿Cómo estarían las escuelas de la zona sin el aporte económico del Festival?
–De la misma manera que están las escuelas públicas en la ciudad de Córdoba– responde Mabel Olivera, directora del Ipem 272.
Es la pregunta del millón. Mabel explica que las “escuelas del festival” están impecables, tienen recursos y hasta pagan gastos de los alumnos que se destacan en las olimpíadas.
Ninguna de las directoras se imagina sin ese recurso. El Gobierno sólo envía mil pesos al año –en cuatro cuotas de 250 pesos– para mantenimiento, explican. Una suma irrisoria para el desgaste que tiene todo edificio escolar.
Las escuelas beneficiadas de Colonia Caroya y Jesús María (no son todas las de la zona) utilizan el dinero para mejoras en su infraestructura. La Sarmiento de Los Chañares, de nivel inicial y primario, terminará este año de colocar los pisos en un salón de usos múltiples y remodelará los baños. En 2011 acondicionaron la cocina, construyeron un horno pizzero y compraron un retroproyector. “No quiero pensar qué haríamos sin ese dinero. La diferencia con escuelas de otras zonas es que los edificios están todos en condiciones y pintados”, plantea Alejandra Patat, directora de ese establecimiento.
En el Ipem 272 ampliarán este año la biblioteca y levantarán una oficina para el gabinete psicopedagógico, otro “lujo” de las escuelas vinculadas al Festival. La escuela Mariano Moreno de Puesto Viejo, cuya directora es Clara Gramajo, pintará este año. Y la de Susana Carrizo, la escuela Ortiz de Ocampo, construirá baños en el gimnasio cubierto. Hace dos años pagaron la conexión del gas natural, y el pasado, compraron calefactores.
Pensar en aprender. Cada año, se utiliza el dinero para tener una escuela en condiciones y alumnos con todos los elementos que necesitan. También pagarán los servicios de urgencias médicas y de limpieza y abonarán a maestras de materias especiales (música, plástica o computación). La idea es que los maestros y los chicos sólo piensen en estudiar.
Clara Gramajo recuerda el día en que una nueva maestra llegó desde Juárez Celman a la escuelita rural de Puesto Viejo con una caja de tizas. “Acá no tenés que comprar nada. Hay de todo”, le dijo la directora, ante la sorpresa de la docente, acostumbrada a desembolsar unos pesos para los materiales didácticos. “Una escuela que está bien equipada es propicia para aprender”, dice Mabel Olivera.
Sentido de pertenencia. Susana López, directora de la escuela Mariano Moreno de Tronco Pozo, en la zona rural de Colonia Caroya, asegura que “el festival lo es todo”. Con ese dinero, el año pasado conectaron a Internet las netbooks que entregó la Provincia y pagaron el seguro de las computadoras. Los 120 niños de nivel inicial y primario tienen todo lo que les hace falta. No necesitan dinero ni para fotocopias.
“Tener la escuela en condiciones es una forma de que todos tengan iguales oportunidades”, asegura Patat. Olivera, por su parte, cree que maestros, padres y niños se predisponen de otra manera. “Podés pensar en proyectos innovadores porque sabés que hay recursos”, plantea Gramajo.
No por casualidad los docentes que llegan a la zona no se quieren ir. Viajan desde Unquillo, Mendiolaza o de la ciudad de Córdoba. “Cuando contás con recursos te enfocás en lo pedagógico”, insiste López.
Todos saben que la escuela se sostiene gracias a la fiesta popular, y por eso la cuidan y colaboran (tal como obliga el estatuto del festival). Los padres tienen la responsabilidad de instalarse en los puestos de vigilancia escolar durante las noches de jineteada, y no faltar. “Hay un sentido de pertenencia. Y hay reciprocidad. Si reciben mucho se sienten comprometidos a devolver mucho”, plantean las maestras.
Fuente: www.lavoz.com.ar